miércoles, 17 de febrero de 2010

El día en que llovió colores

Se presiente el alba. El sol despierta de su oscuro letargo y estira sus cálidos rayos a través del lejano horizonte. Bostezos de fuego surcan los cielos y encandilan las nubes, llenando el viento de tibias luces y hermosos colores. Asoma su rostro y solemne se muestra al mundo. ¡Ha amanecido! Es por fin un nuevo día.

Las pequeñas gotas de rocío se reunen para recibir el calor de su eterno ángel, reflejando los colores del alba en tributo a su grandeza. Las hojas se enverdecen. Los ríos cantan al compás de la mañana, y el aire mismo se despeja para dar vista al espectáculo de luces que en el cielo se presenta.

Poco a poco, se impregna el todo y la nada de luces y colores. Pequeños destellos nacen y mueren en lagos, ríos y mares. Las aves acompañan su arte con fugaces silbidos, con sueños en canto. Y se impregnan también del tibio sentir que ofrece el guardián del alba. Esta es la mañana en la que el mundo ha sido el lienzo y la vida sus colores. El sol su gran artista, inspirado y detallista. Este es la mañana en que la luz se ha filtrado, no solo en forma, sino en tibias sensaciones. Este es el día en que tan solo el color de una gota, puede inspirar canciones y poemas. Este es el día en que el calor del sol, puede derretir hasta implacable frío de la soledad. Este es un día, como tantos otros días... Este es el día en que llovió colores.

martes, 2 de febrero de 2010

La Red

A ciegas se mueve, nadando en el viento,
acaricia su rostro, sus alas y antenas.
Sin rumbo o destino, el instinto la lleva,
e incauta se invita a si misma a la cena.

Espera en lo oscuro, escondida en sus telas,
muy quieta, paciente, la cena no tarda.
Se le agua la boca y erizan las piernas,
la incauta se acerca y ahí ella la aguarda.

Y cae en su trampa, atrapada en el aire,
mil riendas la amarran y al viento detienen.
¡Intenta gritar! Mas la fuerza le falta,
mordaza invisible que al miedo conviene.

La Tierra palpita, prisión de mil hebras,
mas calma un susurro implacable mantiene.
No intenta escapar, incapaz y curiosa,
agotada, el final de sus días presiente.

Sin fuerza ni aliento, se siente abrigada,
cubierta en cobijas, no siente su herida.
Se siente con sueño, ya el día se acaba,
sin más se ha quedado por siempre dormida.

Mas cruel no es su historia, ni cruel la asesina,
tal cual el deseo, tal cual es la vida.
Mordaza invisible es el miedo que calla,
implacable susurro es el sueño que inspira.