viernes, 16 de abril de 2010

Los últimos minutos

Este cuento es un remake de otro que había escrito hace tiempo, espero que les guste. :)

------------

¿Como pude dejar que llegara a este extremo? ¿Como logré convencerme de dejar mi suerte para último momento? Entre inútiles lamentos, continúo interrogándome solo en la oscuridad de mi habitación. La única fuente de luz que se percibe es el escaso y espectral brillo azulado del monitor, reflejándose sobre mi agotado rostro. No se percibe sonido alguno. La habitación se encuentra impregnada de un silencio sofocante, melodías solitarias ahogadas en la nada. Mas desde el exterior se filtra furtivamente el eco de la lluvia. El suave palpitar de gotas suicidas que llegan finalmente a su destino. Es un paisaje trágico y solitario... Uno que ciegamente me he buscado.

¿Como pude ser tan irresponsable? ¿Acaso no había ya aprendido mi lección? Al día siguiente sería el acto de mi graduación. Finalmente, tantos años de esfuerzos y sacrificios se verían recompensados, culminando en una grandiosa ceremonia celebrada en nuestro honor. Sin embargo, confieso me siento acorralado ante una imponente muralla. Para poder consumar ésta meta, debía realizar algunas correcciones, precisas pero fundamentales, a mi libro final de grado. Entre olvidos y descuidos dejé marchar fugaz el tiempo. Tiempo implacable que no perdona, ni se arrepiente. Ahora siento que el mundo entero se me viene encima. La oportunidad que me fue brindada, se desvanece definitivamente a medianoche de éste mismo día. Un día que como muchos otros, he desperdiciado entre fiestas y reuniones. Burdas celebraciones de logros prematuros, que ahora amenazan con legarme su ausencia.

¿Que hora es? Son las once de la noche. Aún estoy sentado inmóvil frente al monitor, con la mirada perdida. Mi conciencia sabe que las correcciones que debo realizar son triviales, pero mis neuronas no parecen coincidir en su veredicto. Mi mente ésta completamente en blanco. Ya solo resta una hora para que el contrato se rompa. Ya solo resta una hora para que el apocalipsis arroje sobre mi alma toda su ira. Ya solo resta una hora para lograr deshacer, lo que tantos años tarde en construir. Mas las riendas del cansancio y el desvelo insisten en frenar mi motivación. Intento zafarme, sacudiendo fuertemente la cabeza. Pero Morfeo en su haber, no parece querer dejarme partir. Y así continúo mirando fijamente la pantalla, con la mente completamente en blanco.

Ya han pasado quince minutos y el cursor continúa en la misma posición. Las riendas que frenan mis pensamientos se han extendido por todo mi cuerpo. Ya no logro mover mis brazos. Mi desesperación se hace cada vez mayor y cada vez menos aparente. Recuesto la cabeza sobre mi brazo izquierdo, intentando pensar, intentando avanzar a través de esta indivisible muralla. Mas mis párpados se cierran involuntariamente. Continúo consiente y los abro decididamente, pero es en vano. Cualquier descuido los encuentra nuevamente cerrados. Fugaces ideas se asoman en mis pensamientos, remotos fragmentos de una cordura olvidada. Mas son consumidas enteramente por el cansancio y la pereza. Estoy consiente de que en esta posición ya no podré avanzar, pero la gravedad aumentada me mantiene inquilino de esta invisible prisión.

Las gotas continúan cayendo y llegando a su violenta conclusión en mi ventana. Cada una al caer me recuerda lo implacable del tiempo. ¡Debo dejar las distracciones y apresurarme! Son ya las once y media de la noche. Las letras se hacen cada vez más borrosas y confusas, no logro concentrarme en su significado. Me propongo buscar un aperitivo para activar mis neuronas. Busco en la alacena y encuentro unas galletas que había estado guardando para otra ocasión. Sin energías para pensarlo demasiado, las tomo una a una y me las como. ¡Que revitalizante! Siento como si las galletas escondieran alguna energía mística y poderosa capaz de reactivar mis ideas y mi motivación.

Ahora solo me quedan veinte minutos y debo aprovecharlos de la mejor manera. Con mis energías repuestas, me planteo terminar con esta misión, completamente seguro de que tendré éxito. Palabras fluyen en un torrente constante de mi mente al teclado, del teclado al monitor. Como si mis manos vida propia tuvieran, llenan la pantalla de caracteres que reparan todos los problemas. Casi sin poder creerlo, me percato de que he logrado mi objetivo. Aún faltan diez minutos y el trabajo finalmente está listo. Solo resta enviarlo a mis jurados, esperar su aprobación y la celebración no habrá sido en vano. ¡Que emoción, podré graduarme! Aún incrédulo, coloco ambos brazos detrás de mi nuca y me apoyo sobre ellos, al fin despreocupado, al fin calmado, por fin realizado.

Abro los ojos y una extraña luz me cega momentáneamente. Paso las manos sobre mis ojos, tratando de recuperar mi vista perdida. Lentamente logro abrirlos nuevamente, pero me siento algo mareado y desorientado. Mi vista vuelve poco a poco y logro distinguir el monitor que aún se posa frente a mi. Intento concentrarme para acelerar la recuperación de mi vista y encuentro el navegador abierto, con un correo a mis jurados redactado y listo para enviarse. Sacudo la cabeza y me dispongo a finalmente enviar el correo, pero esa extraña luz no me permite ver con claridad. No entiendo bien lo que está ocurriendo. Además, me percato que la incesante lluvia se ha detenido por completo. Algo no está bien. Volteo lentamente la cabeza y observo pálido la ventana.

... Ya es día.