sábado, 11 de junio de 2016

El Eco de un Llanto

Esto es algo que escribí hace muchos años ya (casi una década), en un momento complicado de mi vida: cuando terminé con mi primera novia. Lo reencontré revisando archivos viejos en mi computadora. Lo releí y me quedé sorprendido con la cantidad de sentimientos profundos que contiene. Lo escribí para mi mismo y nunca lo publiqué. Ahora, ya tantos años más tarde, quisiera que saliera de la soledad que lo envolvía perdido en un rincón de mi disco duro.

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Han pasado sólo unos momentos
y lo siento como toda una vida.

Destellos de recuerdos me atraviesan cada instante,
recuerdos de ella.

Nuestro amor era hermoso y puro,
así lo veía, o así lo quería ver.

Ahora todo es gris, la niebla cubre mis ojos y enfría mi corazón,
ya no existo.

No puedo soportar la idea de perderla,
pero el no hacerlo lo soporto menos.

Suyo era todo y más de lo que era.
Ahora no soy nada.

Incontables veces derrame ríos en su nombre,
océanos enteros que debía contener en favor de conservarla,
pero la represa se ha roto.

Todo en mi vida era ella, toda mi alma en dedicatoria.

La quise más que a nada, más que a todo.
Sin embargo fue reciente mi decepción
al encontrar vacío el otro extremo.

No puedo seguir derramando lagrimas, no por ella, no por nada.
Mi corazón está destrozado y mi alma rajada.
Tanto he llorado que se ha vuelto costumbre.
Tanto he sufrido que he olvidado cómo no hacerlo.

¿Y ahora qué hago? ¿Cómo sobrevivo?
Si me he privado a mi mismo el aire con el que respiro.
Si me he privado a mi mismo la realidad en donde existo.

No sé que sigue ahora, ya nada es seguro.
Mi vida era con ella y se ha esfumado con el viento.
No puedo seguir llorando, no por quien no lo ha merecido.
Es la hora de olvidar, su sonrisa, su cariño, sus besos,
sus palabras, sus ojos y este escrito,
que para siempre será el eco de un llanto.