viernes, 9 de mayo de 2014

Blanca calma

Un manto de niebla cubre el amanecer, los cielos, las almas. Una obra de arte inconclusa, pero de alguna forma completa. Música serena, sinfonías calmas de naturaleza. Las hojas de los árboles se pierden tras su huella, ni despiertas ni dormidas. Arropadas en su mundo, soñando, imaginando.

La fresca brisa eriza la piel y cura los sentidos. Las gotas de rocío rozan el rostro y relajan la mente. La liberan de la cárcel del pensamiento, de la agenda, de su plan. La liberan de si misma, para percibir y admirar.

Tal como el sueño más deseado, justo antes de despertar, cuando el corazón se aferra al limbo y se niega a volar. La niebla arropa mi alma y me da paz. Una paz sin condiciones, ni colores, ni emociones. Tan solo la blanca calma, la etérea presencia que me acompaña. Aferrado a esta paz, el deseo es claro: que cada día nos reciba nuevamente, blanca calma.

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