jueves, 21 de mayo de 2009

El Titiritero... (Un Cuento Fractal)

Arriba, abajo... Arriba, abajo... Las finas hebras transparentes se funden a mis dedos, mientras mi mente se funde con su esencia. Yo solo puedo pensar en ellas, en sentirlas, en hablarles. Y ellas ciegamente me obedecen, me escuchan, me comprenden.

Arriba, abajo... Arriba, abajo... Cada una de mis hebras relata un historia, describe un sentir, desata un destino. Muchas veces ya he sentido que no soy yo quien las controla, más tan solo un espectador de su suave canto, de su tierno baile.

Arriba, abajo... Arriba, abajo... Y colgado al otro extremo se columpia un pobre títere. Poco sabe el títere que no es el dueño de su destino. Que todo lo que hace, todo lo que piensa, todo lo que siente le es ajeno. Pobre títere en verdad. Su vida entera está en mis manos, su esencia misma está en mis hebras.

Arriba, abajo... Arriba, abajo... ¿Que tan real pueden ser los sueños de un títere? ¿Que tan real puede ser su destino? Mas continúa en su mundo, ajeno a ésta realidad, ajeno a un destino que no es suyo para controlar. Pobre títere, tan ansioso por probar que su vida no está escrita. Pobre títere, que se ha vestido de titiritero también. Mas pobre títere, las hebras que crees controlar no son más que una extensión de las mías.

Arriba, abajo... Arriba abajo... Y continúo entonces cautivado con mis hebras, y percibo en el títere un rostro familiar. Se voltea y me mira a los ojos, con expresión confundida. Que mirada tan profunda, tan llena de vida. Y por solo un instante olvido que es un títere, y en un momento fugaz, en mi rostro se dibuja una sonrisa para él.

Arriba, abajo... Arriba, abajo... Pero siento que algo no está bien. ¿Que son estas hebras que me atan y pretenden dominarme? Confundido y afligido me volteo lentamente, y lo que puedo observar ahora colapsa mi mente y mi existencia... ¡Soy yo! Lo miro a los ojos, incrédulo de los míos. Y él así mismo me devuelve la mirada fijamente. Continúa observándome imponente. Hasta que, en un momento fugaz, en su rostro se dibuja una sonrisa.

Arriba, abajo... Arriba, abajo...

( Somos maestros y a la vez esclavos de nuestro propio destino. )

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